El andaba
conversando con la noche, le contaba de historias que inventaba en su mundo
azul, solo a veces las estrellas risueñas y cautivadas por su inocencia bajaban
a escucharlo. Así entre espacios vacíos y hojas secas él se pasaba los días de
invierno en Lima.
Ella vivía
en un mundo hecho con crayolas, pretendía no ver más allá y era feliz conversando con las nubes. Solo la música y el amor eran su fuente de inspiración al
momento de componer y construir de la vida y de sus ideales.
Y fue así que un día se conocieron, la coincidencia y la casualidad los vinculó y juntos no pararon de reír y soñar. Ella le puso color a todas las historias que el componía y cambió los finales tristes por confesiones tibias y honestas. Y el inventó más espacios para que así ella tenga libertad de crear y expresar sutilmente sus pensamientos al mundo.
Y fue así que un día se conocieron, la coincidencia y la casualidad los vinculó y juntos no pararon de reír y soñar. Ella le puso color a todas las historias que el componía y cambió los finales tristes por confesiones tibias y honestas. Y el inventó más espacios para que así ella tenga libertad de crear y expresar sutilmente sus pensamientos al mundo.
Ahora ellos
dos se buscan en sueños, él le besa las manos y “le quiere bonito”, luego se
despide para ir a conversar con la noche una vez más. Ella sonríe y le regala
una dulce mirada para que no la olvide, guarda en un cofre unas cuantas
palabras y cuida que sean pocas, pues son de verdad.
Y así pasaron a ser compañeros de sueños y hasta hoy no paran de llamarse con el alma cuando se extrañan, y siguen caminando solos en el mundo pero juntos se vuelven a reinventar.
Y así pasaron a ser compañeros de sueños y hasta hoy no paran de llamarse con el alma cuando se extrañan, y siguen caminando solos en el mundo pero juntos se vuelven a reinventar.
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