Me
gustan los amores imposibles,
porque cuando son posibles… ya no son amor.
Amo desde el minuto uno.
Desde esa primera mirada que no promete nada,
pero lo dice todo.
Me enamoro
de un gesto, de una voz que no se ofrece,
de una risa que no me pertenece.
De lo que no toco y no alcanzo.
De lo que no sé si volveré a ver.
Y
es que el amor, al no tener espacio no sabe quedarse.
Es más poesía que costumbre.
Es más incendio que hoguera.
Porque
cuando el amor se vuelve cotidiano,
también se vuelve frágil.
Y yo no quiero amores frágiles,
quiero amores eternos, aunque no duren.
Que me consuman, aunque no se queden.
Quizás
mis historias no tienen finales felices,
pero tienen inicios inolvidables.
Yo no amo para tener, amo para arder.
Y
quizás por eso,
mis amores más reales,
nunca llegaron a ser.
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