17 abr 2025

Mi promesa eterna


Recuerdo la primera vez que la vi,
como si el corazón tuviera memoria y la conociera de otra vida.
Su existencia me atrapó,
como solo puede hacerlo una canción o un libro.
Y no me equivoqué,
porque hasta hoy ella sigue siendo uno de los capítulos más hermosos de mi vida.
Y así empezó, un amor adolescente de dos almas antiguas,
compartiendo gustos y sueños,
descubriendo en cada conversación que nuestras ideas eran la forma de abrazarnos,
Así, sin darnos cuenta, esas charlas en el mueble siempre nos transportaron lejos, olvidándonos del tiempo.
Éramos dos personas que se disfrutaban sin apuro, porque eso siempre fue lo mejor que supimos hacer.

Juntos nos acompañamos a crecer.
Ella fue la primera que me vio sin máscaras,
la que abrazó como suyos mis temores y entendió mis silencios.
Verla sonreír me hacía invencible,
y eso no era casualidad,
porque con ella entendí
que lo más importante
no era que se quedara conmigo,
sino que estuviera bien,
aunque fuera lejos.

Y cuando el final de nuestra historia llegó —o al menos eso creía—
yo me hice un juramento:
nunca dejar de amarla.
Y lo cumplí.

Porque el tiempo y la vida alejaron nuestros caminos,
pero la complicidad siguió intacta.
Y cada cierto tiempo, algo nos volvía a juntar.
Y ahí estábamos otra vez, compartiéndolo todo,
incluso lo que no entendíamos.
Así nos hemos acompañado en muchas versiones de nosotros mismos,
y en todas nos seguimos reconociendo.

Y aunque no fue el final que imaginé, fue mejor.
Porque hoy ya no necesito que esté cerca para sentirla.
Y su felicidad —aunque a veces no me incluya—
también es la mía.

Hoy, aunque no coincidamos tan seguido,
ella sabe cómo estoy.
Y yo también la siento.
Porque hay personas que se hablan incluso en el silencio.

Este amor no terminó.
Solo se transformó.
Y nos va a acompañar toda la vida.
Porque la promesa  ya no está atada a estar juntos.
Ahora se sostiene en cuidarnos y sonreírnos a la distancia,
como lo venimos haciendo en esta y en todas las realidades donde existimos.
llevando un poco del otro.
Y eso de alguna forma… siempre será así.

Porque ella,
mi princesa, mi amiga,
mi parte favorita del pasado…
es también mi ternura en el presente.
Y siempre, siempre,
vas a ser mi promesa eterna.

Epílogo

El mundo está acostumbrado a los finales tristes,
a las despedidas definitivas,
a olvidar para seguir.
Recordar así un amor del pasado parece un sacrilegio.
Pero yo no escribí esto para quedarme atrás,
lo escribí para no perder lo que me hizo ser quien soy.

No todo amor debe terminar en ruptura.
Algunos solo cambian de forma.
Y eso… también es una forma de amar.

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