Lo mío es amar la vida, lo que me rodea, lo que respira conmigo.
Amo a mis perros, al mar que me escucha,
a la música que me salva
y a los libros que siempre me rescatan y me invitan a soñar.
He aprendido a vivir abrazando sin esperar devolución.
No me asusta el silencio, se volvió un amigo.
No me duele la ausencia, la convertí en refugio.
A veces pienso que la soledad cuando se habita con amor no es un castigo,
sino una forma de libertad
que me protege del ruido del mundo
y de las prisas que no van conmigo.
Si esta vida es mía, la quiero así.
Y me gusta.
Me gusta esta paz que no depende de nada,
este amor que no pide permiso,
esta plenitud que no necesita testigos.
Porque a veces,
el amor fluye distinto:
como una sonrisa suave que no necesita destino para tener sentido.
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