11 oct 2025

Respirar

Quizás lo mío no es amar a una sola persona,
sino a todo: a la vida, al momento y a ese desorden interno que me habita.

Amo a mis perros, al mar que me escucha,
a la música que me salva
y a los libros que siempre me rescatan y me invitan a soñar.

He aprendido a vivir abrazando sin esperar nada a cambio.
No me asusta el silencio: se volvió cómplice.
No me duele la ausencia: la convertí en refugio.

A veces pienso que la soledad, cuando se habita con amor no es un castigo,
sino una forma de libertad
que me protege del ruido del mundo
y de la forma en que todos corren sin parar.

Sí, esta vida es mía.
La quiero así y me gusta.

Me gusta esta paz que no depende de nada,
este amor que no pide permiso para entrar,
esta intensidad profunda que no busca poseer, sino conectar.

Porque a veces,
el amor fluye distinto:
como un recuerdo leve y una sonrisa suave que no necesitan quedarse
para perdurar.





20 abr 2025

Necesidad

Yo no escribo buscando reconocimiento,
ni mucho menos para que me entiendan.
Lo hago porque así respiro el mundo.
Porque veo la vida como una serie de capítulos,
donde los que me rodean se convierten en personajes.
Todos juntos en una historia que avanza sin permiso…
una que, en el fondo me tiene siempre atrapado componiendo.

Escribo para recordar lo que no necesito olvidar.
Y no siempre lo hago en una hoja;
a veces tan solo imagino diálogos,
incluso cuando los personajes aún no han llegado.

Todo es inspiración:
la canción que me toca sin avisar,
el atardecer que siempre me conmueve,
la risa de dos personas caminando en la calle,
y la historia que me invento 
para entender por qué se ven tan felices.

Escribo cuando recuerdo, cuando espero,
cuando algo se rompe y no sé cómo seguir.
Cuando imagino que ese amor nunca se fue…
y tal vez ni siquiera ha llegado.

Porque tengo una conexión con lo que pasa desapercibido,
con los detalles que otros olvidan,
pero que a mí me hablan bajito.

Este soy yo:
el que siempre tuvo la necesidad de escribir.
De ver la vida como un gran relato,
y a quienes me rodean, como personajes que brillan.
Hoy, esos capítulos inevitables de nostalgia y amor
expresan mi mundo,
ese que no quiero, con el tiempo, tener que decir:
¡Se me fue!


17 abr 2025

Mi promesa eterna

Recuerdo la primera vez que la vi.
Su existencia me atrapó.
Mi corazón creía conocerla de otra vida,
esa sensación de reencuentro inevitable,
una cita repetida que nunca se olvida.

Juntos compartimos un amor adolescente.
Sincero, curioso, de esos que se viven con ilusión y sin apuro,
descubriendo que, en cada conversación, nuestras ideas y sueños eran la mejor forma de abrazarnos.

Y así nos acompañamos a crecer.
Ella fue la primera que me vio sin máscaras,
la que abrazó como suyos mis temores y entendió mis silencios.
Verla sonreír me hacía invencible,
y eso no era casualidad,
porque con ella entendí
que lo más importante
no era que se quedara conmigo,
sino que estuviera bien,
aunque fuera lejos.

Y cuando el final de nuestra historia llegó —o al menos eso creía—,
yo me hice un juramento:
nunca dejar de amarla.

Porque el tiempo y la vida alejaron nuestros caminos,
pero la complicidad siguió intacta.
Y cada cierto tiempo, algo nos volvía a juntar.
Y ahí estábamos otra vez, compartiéndolo todo,
incluso lo que no entendíamos.

Así nos hemos acompañado en muchas versiones de nosotros mismos,
y en todas nos seguimos reconociendo.
Y aunque no fue el final que imaginé, fue mejor.
Porque hoy ya no necesito que esté cerca para sentirla.
Y su felicidad —aunque a veces no me incluya—
también es la mía.

Hoy, aunque no coincidamos tan seguido,
ella sabe cómo estoy.
Y yo también la siento.
Porque hay personas que se hablan incluso en el silencio.

Este amor no terminó.
Solo se transformó.
Y nos va a acompañar toda la vida.
Porque la promesa ya no está atada a estar juntos.
Ahora se sostiene en sonreírnos a la distancia,
como lo venimos haciendo en esta y en todas las realidades donde existimos,
llevando un poco del otro.
Y eso, de alguna forma… siempre será así.

Porque ella,
mi princesa, mi amiga,
mi parte favorita del pasado,
es también mi ternura en el presente.
Y siempre, siempre,
vas a ser mi promesa eterna.


Epílogo

El mundo está acostumbrado a los finales tristes,
a las despedidas definitivas,
a olvidar para seguir.
Para muchos, recordar así un amor del pasado es doloroso.
Pero no escribí esto para quedarme atrás,
lo hice para guardar el recuerdo que sumó una parte en mí.

No todo amor debe terminar en ruptura.
Algunos solo cambian de forma.
Y eso… también es una forma de amar.

12 abr 2025

La otra despedida

No te fuiste solo tú,
También se fueron ellos.
Esa familia que me abrazó sin pedir explicaciones,
que me cobijó en el momento más dificil de mi vida,
Cuando perdí a mamá y el silencio que ella dejó aún me costaba.

Extraño sus formas de hacer familia hasta en lo más simple.
Disfrazando el amor en comidas, risas y charlas.
Esas reuniones donde la casa olía permanentemente a cariño
Esa rutina que sin saberlo me salvaba.

Porque hay amores que no se explican, se sirven calientes en un plato.
Que tienen olor a guiso y se cocinan lentamente.
Que están en esa sobremesa que se alarga sin apuro.
Y aunque uno ya no esté ahí.
Ese calorcito, intacto, servido, aunque cambie, no desaparece.

Y sí, yo también tenía una familia.
Pero la mía estaba rota, como yo,
como mi forma de amar.
Y ellos me enseñaron que el amor puede ser calidez, rutina, equipo.
Que se puede pelear y seguir siendo hogar.

Hoy, los recuerdos vienen a mí como fotos viejas,
esas que uno guarda sin intención,
pero que a veces aparecen con fuerza y te detienen.
Me dicen que no los olvide.
Que todo lo aprendido —en esa casa, en ese amor sencillo—
me sigue sosteniendo.

Porque ese fue mi lugar feliz.
Y ellos, los míos.
Aunque el tiempo haya pasado,
sé que cada vez que me pierda,
puedo cerrar los ojos
y volver a sentarme en esa mesa.
Donde éramos invencibles al tiempo,
porque estábamos juntos.
Y con eso bastaba.

A veces me pregunto si ellos también me extrañan.
O si saben que yo, en silencio,
los sigo queriendo.
Como se quiere a los lugares donde uno alguna vez se sintió a salvo.



10 abr 2025

Nosotros… aunque ya no

No hablamos. Pero cada cierto tiempo, te escribo algo invisible.
Un pensamiento. Un saludo mental.
Una oración bajita cuando siento que algo no anda bien contigo.
Y no, no quiero volver.
Pero tampoco me puedo ir del todo.

Hay días en los que me siento completo.
Y de pronto, apareces en un recuerdo, en una canción,
en una tontería que solo tú entenderías.
Y me río. Y te veo sonriendo en el cuarto.
Y me dueles. 
Todo al mismo tiempo.

No podemos ser amigos.
Y tal vez no hace falta.
Porque hay vínculos que no necesitan nombre,
solo un rincón suave en el corazón donde reposar.

Y a veces te sueño.
Nos encontramos sin peso, sin culpa, sin distancia.
Nos contamos cómo vamos,
nos decimos lo que en la vida real ya no sabemos decirnos.
Y esta vez no duele.
Porque en los sueños no existe el final.
Y al despertar, aunque el vacío vuelva,
queda esa paz de saber que fue real.
Que por un momento, estuvimos bien.

No espero nada.
Y sé que tú tampoco.
Lo nuestro no necesita volver para existir.
Porque está presente todos los días.
Lo nuestro se transformó en Lucas,
en esa melodía que exige ser escuchada,
y que tiernamente sigue siendo nuestra.

A veces pienso que ni tú sabes cuánto te quise.
Pero si en algún rincón del universo habita Dios,
Él sabe que te amé.
Con torpeza. Con miedo.
Con todo lo que tenía.
Y eso, nadie me lo quita.

Nosotros… aunque ya no.



8 abr 2025

AMORES IMPOSIBLES

Me gustan los amores imposibles,
porque cuando son posibles… ya no son amor.
Amo desde el minuto uno.
Desde esa primera mirada que no promete nada,
pero lo dice todo.

Me enamoro de un gesto, de una voz que no se ofrece,
de una risa que no me pertenece.
De lo que no toco y no alcanzo.
De lo que no sé si volveré a ver.

Y es que el amor, al no tener espacio no sabe quedarse.
Es más poesía que costumbre.
Es más incendio que hoguera.

Porque cuando el amor se vuelve cotidiano,
también se vuelve frágil.
Y yo no quiero amores frágiles,
quiero amores eternos, aunque no duren.
Que me consuman, aunque no se queden.

Quizás mis historias no tienen finales felices,
pero tienen inicios inolvidables.
Yo no amo para tener, amo para arder.

Y quizás por eso,
mis amores más reales,
nunca llegaron a ser.



6 abr 2025

REINVENTARSE

Hay momentos en los que la vida pide una pausa.
Y en un mundo donde sentir parece un acto rebelde,
la soledad es mi refugio más honesto.
Ahí no solo me encuentro…
también me reinvento. 



Soy de extremos.
A veces estoy, y a veces no.
Y no es porque no los necesite,
sino porque también me necesito.
Porque para volver a darlo todo,
tengo que volver a mí.
Y por eso, cuando el alma me pide silencio, me retiro.

Esta fuga es regreso,
una vuelta hacia mí,
para encontrarme, para entenderme,
para no perderme entre el ruido del mundo.

He aprendido que también habito en la ausencia,
en la pausa, en la sombra.
Y que el amor —el real— entiende eso.
No exige que siempre esté presente,
solo pide que sea sincero.

Desaparezco, sí.
Y no siempre hay una razón.
Solo una profunda necesidad de volver a casa…
la que llevo dentro.

Porque aislarse no siempre es huir.
A veces es volver y abrazarse.
Y en ese abrazo silencioso,
se gesta el reencuentro más honesto con uno mismo.
Para después volver al mundo con más verdad.

Y en esos momentos donde la soledad no exige nada, soy feliz.
Rodeado de pensamientos, canciones y palabras.
Y aunque parece que no hay nadie,
el silencio me inspira y me acompaña.

Y luego regreso.
Más claro, más limpio, más entero.
Y regreso con risas,
con nuevas notas,
con llanto y con amor.

Porque para mí, conectarme con otros
solo tiene sentido
si estoy conectado conmigo mismo.

JP.

28 ago 2014

SENSIBILIDAD

Hay versos, cuentos, sonetos y novelas que nos calman, como los recuerdos que, de vez en cuando, vienen a la mente y que siempre vuelven corriendo a los sueños por temor a ser descubiertos.

Esos agujeros llenos de colores son dulces expresiones literarias que, para algunos de nosotros, siempre serán el desnudo de nuestras emociones hecho arte.

En un “baúl”, hace mucho, empecé a escribir lo que mi voz y mis actos intentaban vivir.
Con el transcurrir del tiempo, las historias cobraron vida, transformándose en efectos musicales, equinoccios de primavera, nostálgicas manías y confesiones inoportunas, que con locura se inspiraban y con tierna melancolía se componían.
Juntos compartimos los días de invierno y, así, conversando, le hicimos un alto a la vida.
Los espacios nunca más fueron vacíos, y emocionados miramos a la luna cual hoguera, y nos sentamos alrededor de ella, creando Paranoias Literarias

Con el paso de los encuentros, las ideas se volvieron un sutil entendimiento, y las palabras tendieron puentes de amistad que la distancia y el tiempo no pudieron quebrar.
Volvimos las cosas complicadas en simples, confundiendo el día y la noche con poemas de amor a orillas del mar.



Y tal vez todo esto es solo lo que yo pienso, y nada se asemeje a una verdad.

Aun así, si estas fueron tan solo mis locuras escritas y parecieran poco interesantes mis palabras… todas son recuerdos del pasado que, hoy día, agradezco.
Hace unos años, un baúl explotó y hoy es una realidad de color azul, mi color favorito.
Estos son tan solo mis recuerdos e historias y, ahora, ya con algunos años encima…
mis viejas Paranoias Literarias.

19 jun 2014

Mundos Paralelos

El andaba conversando con la noche, le contaba de historias que inventaba en su mundo azul, solo a veces las estrellas risueñas y cautivadas por su inocencia bajaban a escucharlo. Así entre espacios vacíos y hojas secas él se pasaba los días de invierno en Lima.

Ella vivía en un mundo hecho con crayolas, pretendía no ver más allá y era feliz  conversando con las nubes. Solo la música y el amor eran su fuente de inspiración al momento de componer y construir de la vida y de sus ideales.

Y fue así que un día se conocieron, la coincidencia y la casualidad los vinculó y juntos no pararon de reír y soñar. Ella le puso color a todas las historias que el componía y cambió los finales tristes por confesiones tibias y honestas. Y el inventó más espacios para que así ella tenga libertad de crear y expresar sutilmente sus pensamientos al mundo.

Ahora ellos dos se buscan en sueños, él le besa las manos y “le quiere bonito”, luego se despide para ir a conversar con la noche una vez más. Ella sonríe y le regala una dulce mirada para que no la olvide, guarda en un cofre unas cuantas palabras y cuida que sean pocas, pues son de verdad.

Y así pasaron a ser compañeros de sueños y hasta hoy no paran de llamarse con el alma cuando se extrañan, y siguen caminando solos en el mundo pero juntos se vuelven a reinventar.


15 jun 2014

La casa vacía

Salí de mi cuarto con cuidado. No quería despertar a nadie. Era domingo por la mañana y tan solo deseaba ir a tomar desayuno.
Llevaba conmigo mi viejo morral y dentro un libro de cuentos y un cuadernillo de hojas.

Al bajar por las escaleras de mi casa, los perros de mi prima empezaron a ladrar.
¡Maldita sea, cómo los odio!
Desde hace unos años, mi relación con estos animales ha ido empeorando cada vez más.
No soporto sus ladridos, su olor, sus juegos ni sus travesuras.
Ahora me cuesta tenerlos cerca.
Todo desde que murió mi viejo amigo Aron, un perro pequeño y chusco, que se fue hace ya tanto que ni siquiera recuerdo exactamente cuándo ni cómo.
Siento que una parte de mi vida se marchó con él al más allá… claro, si es que existe algo así.

Había burlado la bulla excesiva de los perros mientras bajaba las escaleras.
Sus ladridos se habían detenido y, hasta el momento, nadie en la casa me había sentido.
Cuando me disponía a sacar mi bicicleta y salir, una voz me sorprendió:

–Bonita bici, no sabía que te habías comprado una –mi corazón se detuvo al oír su voz.
Sabía de quién se trataba. Y eso me causó una tibia emoción.

–Buenos días, viejita. ¿Qué haces aquí?

–No sabía que me habías botado de la casa… aquí vivo, pues.

–Lo siento. Es que te veo poco –mis ojos sonrieron. Sí, mis ojos, porque yo nunca sonreía.

–Ya no me dedicas tiempo. Antes hablabas a cada rato conmigo. Me contabas de tu trabajo, de tus estudios, de tus amores imposibles –por un momento miró al suelo, y luego dijo–: ¿Acaso ya no me extrañas?

–A cada momento. Lo siento, vieja. Siempre lastimo a las personas que más quiero.

–Tú no me lastimas. Solo me preocupas… porque quiero verte feliz.

–Jajajaja, no me salgas con esas frases. Nunca te salió bien el papel de buena madre.

–Jajajajaja. Agradece que al menos tienes una.

–Es cierto…

–Ahora dime, ¿por qué sales a escondidas de la casa?

–No me iba a escondidas. Quería tomar desayuno solo. No quería molestar a nadie.

–Deja de hacerte el interesante conmigo. Tú y tus cosas raras me tienen cansada.
Siéntate en la mesa. ¿Qué quieres que te prepare para desayunar?

–Un desayuno alemán...

–¿Y cómo es eso?

–Cualquier cosa que prepares tiene que ir acompañada de una cerveza.

–Jajajaja, tonto. Espérame aquí. Ahora vuelvo, voy a la cocina –y se marchó, no sin antes decirme a lo lejos–: Saca a pasear un rato a tu perro.

Levanté la mirada, y ahí estaba el pequeño Aron.
Sentado en el mueble, haciendo eso que todos los perros hacen: lamiéndose.
Siempre me he preguntado si, al besar a sus mascotas, a la gente no se les pasa por la cabeza que antes estuvieron lamiéndose todo el cuerpo.
En fin… a veces el amor lo puede todo.

Prendí un cigarro. Eran las ocho de la mañana.
Mamá se había ido a la cocina, y yo me quedé sentado en la mesa, otra vez solo.
Pero está bien.
Hoy es mi cumpleaños y quiero estar solo.
No deseo saludos hipócritas ni gente falsa sonriéndome.
He aprendido a vivir con la soledad. Se ha vuelto mi mejor amiga.
Ella es buena para consolarme y velar por mis intereses.

Seguí fumando hasta que el cigarro se apagó.
Aron ya no estaba en el mueble.
Y mamá ya no regresó de la cocina.

Hace tres años partió al hospital y nunca más volvió.
La casa ahora está vacía.
De la cocina ya no tengo recuerdos, porque soy honesto al decir que hace mucho no visito ese lugar.
Y este viejo comedor, que tantas veces albergó divertidos encuentros, ahora solo sirve para sentarme en él y fumar unos cigarros mientras imagino una conversación…
o un viaje en el tiempo.

Ya son las ocho y media.
Ahora sí me voy, antes de que mi familia despierte.
Hoy es domingo y es mi cumpleaños.
Y el mejor regalo… mamá ya me lo dio.